Los anhelos profundos
que habitan en la conciencia
no descansan nunca,
ni durmiendo ni en vigilia,
y en la ficción trato lo imposible
como si fuera real
pues es la infiel voluntad
la que traza la frontera.
Por mi parte, me gustaría
verme otra vez reflejado
en la mirada afectuosa
de tus ojos ilusionados
y escuchar de nuevo al oído
mi nombre susurrado
en tu aterciopelada voz.
Dar la vuelta al colchón
de nuestras avanzadas vidas
y que sobre la cama
volviéramos a formar
la perfecta coalición,
aunque por cada día adicional
que se enroscaran nuestros cuerpos
mi alma expiara un siglo en el penal.
Dime qué le falta a este sueño
para hacerse realidad,
qué podría yo hacer
para volver a ser
el plato de tu apetencia,
cambiaran de boca tus besos
y trajeras a esta vieja estancia
los suspiros en tu nueva almohada.
Que mi cuerpo en decadencia
se asomara otra vez al palco de tu escote
y que se levantara ante tu desnudez
todo mi ánimo en consonancia.
Mas, si he de elegir un mal menor
ahogado en el mar de tu ausencia,
prefiero la estridencia de la soledad
al silencioso filo de tu indiferencia.
Eduardo Mohedano
(«Dos suspiros sobre la almohada»)